¿Qué pasa cuando un cuatro se parte
por la mitad? Pues que en lugar de un cuatro muerto tenemos dos doses
vivos. ¿Y si le restamos uno? Nos queda un tres acomplejado. El diez
cree que es un privilegio ser el doble de cinco, pero no soporta ser la
mitad de veinte, mientras que el dos con aspiraciones se pasa el día
haciendo pesas
en el gimnasio para convertirse en un tres. Los números, en fin, siempre tienen miedo a ser sumados, restados,
multiplicados o divididos.
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